Las relaciones de pareja son un ámbito muy complejo. Cuando dos personas se emparejan, entra en juego la conjunción de diversos factores personales, familiares, sociales y culturales. Podríamos dedicar artículos amplios a cada uno de ellos pero, por el momento, vamos a centrarnos en qué condiciones sería adecuado presentar en una relación de pareja sana.
¿Cómo es la evolución de la pareja?
En las primeras etapas en una relación de pareja, es habitual verlo todo de color de rosa. Construimos una imagen de lo que nos gustaría que el otro fuera y le vemos desde ese filtro. Le idealizamos y proyectamos en él todo lo que consideramos que configura nuestro ideal de pareja. Según el tiempo va pasando, las hormonas van dejando de actuar de una manera tan intensa y podemos ver a la persona como realmente es. En este punto, para muchas parejas aparecen los conflictos, los intentos de que el otro sea de una manera diferente a como es, el desinterés o la decepción, que puede llevar a la ruptura. Sin embargo, mirado desde otro punto, esto puede dar paso a un amor maduro en donde se ama al otro por cómo es y no por cómo en un principio le idealizamos.
Tú, yo y nosotros.
Para construir una relación de pareja sana es importante encontrar un equilibrio entre lo que configura la individualidad de cada miembro (al que llamaremos “tú” y “yo”) y lo que configura al tercer miembro al que llamaremos “pareja” o “relación”. Desde la perspectiva de la Terapia sistémica, se considera que en la relación de pareja hay tres miembros, que tienen que ser igualmente cuidados.
Pongamos algunos ejemplos para entender esto. Si dedicamos mucha atención a la individualidad, es decir, si primamos la autonomía, el “yo” y el “tú” pero no compartimos tiempo juntos, no hacemos planes, no hay intimidad, no contribuimos al cuidado del componente “pareja”. De esta manera, la relación de pareja se descuida.
Si, por el contrario, somos una pareja que compartimos todo, no hacemos nada por separado, no cuidamos nuestra individualidad pasa a haber una fusión en donde el “tú” y el “yo” se pierden y llega un momento en que no hay nada que podamos sumar a la “pareja” porque no hay aspectos novedosos e individuales. Es decir, no aporta nada el uno al otro porque no hay un espacio donde crecer de forma individual.
El ideal en una relación de pareja sana se basaría en el equilibrio, representado de la siguiente manera:
Respeto y aceptación
Este componente puede parecer básico, pero no siempre es fácil integrar lo que el respeto y la aceptación implican. Parece que todos, a nivel teórico, sabemos que para poder estar en una relación de pareja sana es necesario aceptar al otro tal cual es y quererle desde ahí. Sin embargo, en la práctica, nos es difícil realizar esto a un nivel profundo y emocional. No es de extrañar que nos sorprendamos a nosotros mismos frustrados porque el otro no ha reaccionado de la manera en la que nosotros esperábamos o enfadados porque no ha actuado como hemos pedido que lo hiciera.
Aceptar al otro implica un conocimiento personal en donde podamos identificar cuándo estamos depositando en el otro nuestras angustias, cuándo estamos esperando que cumpla unas expectativas que son nuestras, cuándo le estamos pidiendo que sea como no es pero sí como nosotros le hemos idealizado, etc.
Es importante entender que cada uno vemos la vida desde nuestros ojos y que tomamos decisiones desde nuestra individualidad y nuestro criterio. Pedirle al otro que actúe en base a lo que nosotros consideramos correcto sería pedirle que fuera una persona que, en realidad, no es.
Regulación emocional y asertividad
Otro punto importante que contribuirá a que una relación de pareja sea sana será tener un buen nivel de conocimiento y de regulación emocional. Al responsabilizarnos de nuestras emociones, no cargaremos al otro con la responsabilidad de tener que “salvarnos” o “curarnos”. Cada uno es dueño de su propia felicidad y destino.
Saber sostener, entender y tener la libertad de expresar aquello que estamos sintiendo ayudará a tener unas dinámicas de relación sanas y equilibradas. No tengas miedo de expresar aquello que sientes o deseas. De lo contrario, el otro no podrá adivinar lo que deseas.
Si, por ejemplo, no identificamos que estamos enfadados, o bien, consideramos que no tenemos el derecho a expresar ese enfado y defendernos, puede que lo vayamos liberando en forma de ataques sutiles, comentarios irónicos, silencios… Esto hace que en el otro se creen a su vez unas emociones que le pueden llevar a defenderse y que se vaya instaurando una dinámica de hostilidad y de desregulación.
Conclusiones
Esperamos que esta leve aproximación a la complejidad del mundo de la pareja haya podido ser de ayuda y de invitación a la reflexión. Para finalizar, aportamos una frase de Joan Garriga, junto con un libro cuya lectura recomendamos para ampliar información al respecto en la línea del pensamiento que aquí mostramos:
“Tengo una buena noticia: nadie puede hacerte infeliz. Y tengo una mala noticia: nadie puede hacerte feliz.”
Bibliografía recomendada: “El buen amor en pareja” Joan Garriga. Destino.
Equipo MentalMadrid
Está muy bueno
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