Si hace semanas publicábamos un post acerca de la importancia de los límites y normas en la infancia, hoy lo hacemos centrándonos en la adolescencia.
Después de la niñez y la infancia, el ser humano comienza a entrar en la adolescencia , etapa (12-20 años) en la que se producen grandes cambios físicos que le acompañarán a lo largo de su vida. Además, destaca la búsqueda de identidad propia del individuo. A lo largo de esta fase evolutiva el individuo va decidiendo e incorporando sus rasgos personales definitorios, a través de un largo proceso que ya comenzó en la niñez y que va culminando al final de la adolescencia.
El periodo de tiempo desde los 12 hasta los 20 años es amplio y lo más probable es que no tenga nada que ver un/a adolescente de 12 años con otro/a de 20 años. Por ello se podría distinguir dentro de esta fase a un/a preadolescente de un/a adulto/a joven. Es la tarea de los padres y demás agentes la de dotar a hijos e hijas de las herramientas necesarias para adaptarse a las exigencias de la vida, de la manera más funcional o efectiva según la edad en que se encuentren. Para ello es necesario, entre otros aspectos, que padres y madres continúen con la aplicación de límites y de normas iniciada en la infancia.
Adaptar límites y normas de la infancia a la adolescencia.
Como se ha venido comentando, hijos e hijas comienzan con una búsqueda de identidad propia y formación de autoconcepto que hace necesario que el estilo con el que se ha educado en límites y normas durante la infancia incorpore nuevas actuaciones y variaciones que se adapten al momento evolutivo en que se encuentran, pues sería un error exigir lo mismo a un/a niño/a de 10 años que a un/a adolescente de 14 años y viceversa.
Puede que el cambio o la adaptabilidad sea la principal característica que los límites y normas durante la adolescencia deban reunir frente a la directividad y rigidez de la etapa anterior. De esta manera, se adoptará por parte de los padres un estilo menos directivo y más flexible, siempre en función de la maduración y necesidades de cada adolescente. Sería algo parecido a “ir soltando” para que vayan valiéndose y probándose por sí mismos, paso a paso. Algunas circunstancias pueden implicar rigidez pero se tratará de ir adoptando una actitud negociadora y de intercambio.
Lo más eficaz es ir modificando paulatinamente los límites y normas, conforme hijos e hijas van adquiriendo las habilidades. De esta manera se evitarán cambios drásticos o “de un día para otro” y se favorecerá una buena adaptación a las nuevas normas o exigencias.
Para ello se tiene que hacer un esfuerzo en establecer un diálogo con hijos e hijas: no se trata de dirigirles la conducta como cuando son niños o niñas, sino de asegurarnos de que se ha comprendido la norma, límites y consecuencias de su incumplimiento o transgresión.
Algunas indicaciones para el establecimiento de normas y su frecuente discusión.
A continuación se explican algunas particularidades acerca de la comunicación de normas y límites a adolescentes.
- Que un hijo o hija discuta una norma o comunique lo que considera injusto no debe estar prohibido, siempre dentro de unos límites que debe conocer. Es más positivo dejar que el/la adolescente comparta su opinión y que cuando se sobrepasen los límites se de el aviso de que de esta manera no es posible comunicarse. Es más positivo no mantener la comunicación y retomarla en otra ocasión.
- Se debe ser comprensivo, escuchar y explicar varias veces (según la edad) el por qué de una norma. Si se transmite enfado, será percibido como algo negativo.
- Cuando una norma es frecuentemente discutida quizás haya que analizar la funcionalidad de la norma, el momento evolutivo en que se encuentra el/la adolescente y si la norma se va a mantener a largo plazo. Puede ser efectivo hablar sobre estos aspectos con ellos/as.
- En la medida en que hijos e hijas perseveren en su intento por modificar una norma, padres y madres deben perseverar de manera empática y asertiva. De nada sirve si finalmente se cede, ya que los adolescentes habrán conseguido su objetivo y repetirán este modo de actuar, asumiendo que de alguna manera se terminará cediendo. Por ello suele ser preferible que, si una norma puede cambiar, esto se explique y se detalle para no crear confusión ni ambigüedad.
- Si una norma va a ser modificada es preferible comunicarlo con anterioridad al momento en que se espera, por parte de padres y madres, que deba ser cumplida. De igual manera no es adecuado cambiar una norma en medio de un conflicto o discusión.
- El cumplimiento de normas y límites conlleva responsabilidad. Los/las adolescentes se irán haciendo responsables de su conducta y respondiendo a las exigencias del entorno en la medida en que van madurando, creando su autoconcepto y formando su personalidad, siendo necesario ir dando cierta autonomía.
- De poco suele servir estar continuamente repitiendo o recordando normas a hijos e hijas adolescentes. De esta manera se estaría utilizando un elemento externo necesario para su cumplimiento, en este caso los padres, haciéndose responsables de la conducta de hijos e hijas (además del gasto energético que supone). Puede ser más efectivo escoger uno o varios momentos a la semana, según el caso, para hablar de normas, límites o consecuencias de su incumplimiento. En estos momentos puede ser bueno reflejar los logros de hijos e hijas para después sugerir las mejoras. Además este sería el momento idóneo (el/la adolescente debe saberlo) para discutir normas y nunca otro.
- Dar autonomía no significa dejar que estar pendientes de hijos e hijas, se trata más bien de cuidar “desde lejos”, manteniendo una distancia prudencial en la que quede constancia de que padres y madres continúan ofreciendo seguridad. Para ello puede ser efectivo respetar la intimidad y ser cercano en la medida de lo posible y que hijos e hijas permitan. La adolescencia es una época en la que hijos e hijas adolescentes son muy influenciables y no suele ser por el grupo de referencia más cercano, la familia.
- Es más efectivo no exigir la perfección de hijos e hijas y perseguir una progresiva asunción de responsabilidades.
Debido a la dificultad de adaptarlo a cada caso particular y llevar a cabo las indicaciones propuestas, se recomienda acudir a un profesional que guíe el proceso cuando se sienta que existen dificultades.
Equipo MentalMadrid
Desde luego, la etapa de la adolescencia es una coctelera para los chicos y un infierno para los padres y los educadores. Son tantos los inputs y tan distintos en unas cabezas aun sin formar que resulta muy dificil, por no decir imposible, encauzar comportamientos y conductas. A mi juicio, conviene hacer más peso en el binomio libertad para actuar/asumir las consecuencias de la decisión.
Quiero decir, que los hijos deben tener claro que los problemas que generen son sus problemas, y no deben ser trasladados a terceras personas.
Pero este artículo pone el acento en lo importante. Enhorabuena, y gracias por los consejos.