A lo largo de la vida, vamos enfrentándonos a diversas pérdidas. Estas forman parte de la vida y, por ello, estamos preparados psicológicamente para poder afrontarlas. La reacción que tenemos ante estas pérdidas es lo que se conoce como duelo.
El duelo es una reacción normal y adaptativa ya que es la forma que tiene el organismo de integrar que alguien que era importante para nosotros ya no va a formar parte de nuestra vida. Por esto, no es una enfermedad y no hay nada que podamos hacer para saltarnos este paso.
Sin embargo, el hecho de que sea normal no quita que sea difícil atravesarlo y que quien acompaña al doliente se encuentre perdido o no sepa bien qué hacer para mitigar el dolor de la persona que está sufriendo. Esto puede hacer que el rol que desempeñe el acompañante no solo no ayude sino que interfiera en la elaboración del duelo.
En este post, intentaremos aclarar dudas sobre esto y daremos unas recomendaciones o pautas para poder ayudar a la persona que está atravesando un duelo.
¿Cómo puedo acompañar a quien está en duelo?
Para poder acompañar al doliente, lo primero de todo será conocer en qué consiste el proceso y cuáles son las reacciones normales que la persona va a presentar. Para profundizar en esto, recomendamos leer nuestro post (https://mentalmadrid.com/como-superar-la-perdida-de-un-ser-querido/) en el que lo detallamos.
Una vez conocido el proceso, será importante que el acompañante valide y permita todas aquellas emociones que el doliente presente, facilitando su expresión al nivel que el doliente necesite (palabras, llanto, respeto de los silencios). Es habitual que quien está atravesando un duelo sienta confusión y rechazo hacia sus propias emociones. Aunque desde fuera puedan parecer descabelladas o incomprensibles, esas emociones tendrán un sentido para la persona que las presenta y es importante que las pueda acoger con libertad y sin juicio.
Cada vez que el doliente decida compartir su malestar o sus recuerdos, es importante que el acompañante se muestre accesible, cercano, con actitud de escucha y permitiendo que sea el doliente el que profundice y avance al ritmo que necesite. En estos momentos, el doliente solo está necesitando ser acompañado o escuchado, por lo que de nada serviría hablar de lo que haríamos nosotros en su lugar o exigirle que se sintiera de otra manera.
Asimismo, será importante respetar los tiempos. Es habitual que en el acompañante aparezca cierta frustración porque el doliente no avanza al ritmo que “debería” o su ayuda no está sirviendo cómo anticipó. Es necesario aclarar que en el duelo no existe un tiempo estipulado de elaboración. El duelo es un proceso largo y depende de numerosas variables en función de la persona y de la pérdida.
Será positivo también ofrecer ayuda concreta, tomar la iniciativa en el contacto o proponer actividades conjuntas alternativas. Frases como “¿te apetece que salgamos?” pueden ser una buena forma de acercamiento. Todo ello se hará respetando la intimidad del doliente y aceptando las ocasiones en las que elija no compartir su dolor y permanecer en soledad.
¿Qué NO hacer al acompañar al doliente?
Si queremos ayudar a alguien que está atravesando un duelo, hay ciertos comportamientos que debemos evitar. Algunos de estos los hemos comentado con anterioridad, como el decirle al doliente cómo tiene que sentirse o actuar. Esto generaría sentimientos de incomprensión e incapacidad por no poder responder a aquello que se le exige desde fuera.
En línea con lo anterior, encontraríamos el decir frases como “sé cómo te estás sintiendo” o “lo siento”. Esta frase generaría incomprensión ya que el doliente es el único que conoce su emoción y, por mucha capacidad empática que uno tenga, no sabe cómo se está sintiendo en ese momento. Una buena alternativa a esto es invitar al doliente a que comparta su estado emocional.
Otra de las variables que deberemos tratar con delicadeza será el tiempo. Por un lado, verbalizar frases como “el tiempo todo lo cura” colocará al doliente en una posición pasiva que le interferirá en la elaboración del duelo. El duelo es un proceso activo que conlleva tiempo y dolor. Por esto, tampoco será recomendable animar al doliente a que no piense o a que salga a distraerse o a ocupar su tiempo libre. Esto solo serviría para retrasar su elaboración.