¿Cuántos de nosotros hemos traído a nuestra mente la imagen de un entorno paradisíaco para encontrar un estado de calma y relajación? Un paisaje de montaña, una playa, las olas del mar, un bosque frondoso, el olor de las hojas después de la lluvia, un atardecer… Cada vez más estudios avalan los efectos positivos que tiene la naturaleza sobre la ansiedad, el estado de ánimo depresivo, la agresividad y, en general, el bienestar psicológico de las personas.
¿Cómo nos influye a nivel psicológico el entorno en el que vivimos?
La naturaleza es sabia, poderosa y con unos propios ritmos que los seres humanos, en general, nos empeñamos en contradecir. A lo largo de los años, hemos construido mundos artificiales en los que poder vivir unas vidas marcadas por exigencias que cada sociedad ha creado. Tener aspiraciones económicas normalmente nos lleva a querer llevar un ritmo de trabajo elevado marcado por horarios, prisa por llegar a tiempo, rendir muchas horas y con poco espacio para actividades que nos hagan disfrutar.
Este ritmo de vida suele generar un sufrimiento y un estrés de sentir que debemos estar a la altura de esas exigencias. Un ejemplo de estas exigencias sería tener que rendir, producir y trabajar en unas determinadas horas para tener un puesto que nos dé un estatus a través del cual sintamos que alcanzaremos la felicidad y el bienestar. Alcanzar la felicidad es uno de los instintos y deseos primarios del ser humano, además del instinto de supervivencia.
En entornos alejados de la naturaleza, las exigencias humanas están más presentes. Las personas que viven en estos entornos suelen tener comportamientos que suelen ir acompañados de estrés y emociones desagradables . Además, aparecen factores externos que influyen en que el nivel de estrés sea elevado: ritmo de vida acelerado, ruido, cambios económicos, condiciones ambientales y contaminación…
¿Qué implica a nivel psicológico contactar con la naturaleza?
Contactar con la naturaleza implica dejar a un lado el ego y el pensamiento de que somos seres especiales o únicos, asumiendo que somos una especie más dentro de la naturaleza y que no nos queda otra opción que adaptarnos a los ritmos que esta lleva. Esto puede suponer un acto de liberación, ya que, si nos adaptamos y dejamos de pelearnos porque las cosas salgan como nosotros queremos, nos ayudará a vivir la vida desde el disfrute y no desde la exigencia.
En sociedades naturales, donde no hay necesidades materiales, las creencias que guían sus comportamientos son otras ya que no ponen el valor en lo económico. Las personas que viven en estas sociedades dedican al trabajo el tiempo suficiente como para poder subsistir y dedicar el resto a disfrutar lo que la naturaleza pueda darles, es decir, al placer y a la tranquilidad.
Además, al sentir que formamos parte de la naturaleza podemos desarrollar otro tipo de habilidades como la empatía, la flexibilidad o la aceptación de las críticas. Todas ellas son habilidades que nos ayudan a poder relacionarnos con los demás de una manera más sana y enriquecedora, lo que hará que nos unamos a los otros y aumente nuestro bienestar psicológico.
Además, al sentir que formamos parte de la naturaleza y dejar la racionalidad en un segundo plano, podemos desarrollar otro tipo de habilidades como la empatía, la flexibilidad, la aceptación de las críticas. Todas ellas habilidades que nos ayudan a poder relacionarnos con los demás de una manera más sana y enriquecedora, lo que hará que nos unamos a los otros y nos sintamos mejor.
¿Cómo podemos disfrutar de los beneficios de la naturaleza?
Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente y asumiendo que vivimos en una sociedad occidental en la que existen unas necesidades materiales y económicas, cabe preguntarse: ¿cómo puedo vivir de una manera más natural y poder disfrutar de todos los beneficios que esto pueda proporcionarme en mi tranquilidad, serenidad y forma de relacionarme con las exigencias externas e internas? Ante esto, tenemos unas claves que pueden ayudarte:
- Aumenta la frecuencia con la que te envuelves en entornos naturales. No hace falta alejarse mucho para poder disfrutar de la tranquilidad que brinda la naturaleza. Algunos ejemplos son: un paseo por el campo o por un parque, una visita a la playa o una ruta por la montaña en la que disfrutar de la vegetación y los animales. Alejarte de vez en cuando de la ciudad te ayudará a no contagiarte tanto de su ritmo acelerado.
- Procura tener conciencia sobre tus pensamientos y las creencias que se esconden tras ellos que te obligan a vivir respondiendo a unas exigencias que puede que se alejen de tus verdaderos deseos. Puede que estas creencias sean aceptadas socialmente y compartidas por las personas que te rodean, pero eso no significa que tengas que tomarlas como guía para tu propia vida. Estos pensamientos suelen delatarse con frases que empiezan por “tengo que…”, “debería…”.
- Prueba a cambiar pequeños hábitos que te reconecten con el ritmo de la naturaleza y no tanto con el de la sociedad en la que vives: camina despacio, no te castigues si las cosas no salen como esperabas, no inviertas energía y pensamientos en cosas que se escapan de tu control… Todo ello te ayudará para obtener tranquilidad y aumentará tu sensación de bienestar general.