La soledad es un sentimiento universal que todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado. En ocasiones, incluso, podemos llegar a sentirnos solos a pesar de estar rodeados de personas. Esto puede ocurrir porque no tengamos figuras de apoyo o contacto social, o porque a pesar de tenerlas no hay un vínculo satisfactorio con ellas, de forma que permanece en la persona la sensación de vacío. La soledad puede ser no elegida, pero también puede ser deseada, y el problema viene con la primera.
La imagen negativa de la soledad
En general, la soledad no está socialmente aceptada como algo positivo. La tendencia es valorar la soledad como algo malo, algo negativo, algo a evitar, síntoma de tristeza, de aislamiento, de depresión…
Vemos a una persona sola en el cine y nos extrañamos. Vemos a una persona sola en un restaurante y podemos llegar a sentir pena por él o por ella. Si una persona está soltera, se le suele decir que no se preocupe, que ya encontrará pareja. Es decir, socialmente siempre está el mensaje de que la soledad es negativa y que hay que huir de ella.
Es cierto que la soledad puede ser negativa y puede tener un impacto perjudicial en los hábitos, rutinas y salud de la persona, especialmente cuando no es elegida. Pero cuando la soledad es elegida (la persona decide estar sola y se siente satisfecha y la disfruta ) puede resultar muy beneficiosa.
Soledad elegida vs soledad no elegida
La soledad elegida puede surgir de una necesidad emocional. Cuando una persona elige estar en soledad en un momento de su vida, esto se puede convertir en un estado muy beneficioso puesto que nos ayuda a conectar con nosotros mismos e incluso a alejarnos de un entorno que no nos sienta bien, que es tóxico, que nos perjudica.
Elegir tener un espacio a solas puede ser un encuentro maravilloso con uno mismo. Es un espacio para conectar con lo que sentimos, con lo que queremos, con quienes somos…incluso es una oportunidad para encontrarnos cuando nos sentimos perdidos.
Pero cuando la soledad no es elegida, es decir, cuando la persona tiene una carencia social, suele generar tristeza, ansiedad, falta de motivación, apatía, angustia, miedo, desesperanza, vacío…Y esto suele conformar un círculo vicioso del cual a veces puede ser difícil salir sin ayuda.
La soledad no elegida no sólo tiene un impacto a nivel emocional y psicológico, sino que también lo tiene a nivel físico. Se ha relacionado con un debilitamiento del sistema inmunológico, haciéndolo más vulnerable a enfermedades y dolencias.
Estrategias de afrontamiento para la soledad no elegida
A pesar de que la soledad no elegida se da en todos los grupos de edad, el grupo de mayores es el que tradicionalmente se ha visto más afectado. Sin embargo, estudios recientes confirman que la soledad elegida está creciendo en la población juvenil.
Si te sientes solo o sola:
- Verbalízalo. Acepta la emoción.
- No ocultes tu sentimiento, no lo invalides y no te resignes.
- Muévete, sal a la calle a diario aunque sea a dar un paseo, lo que te da la posibilidad de relacionarte con personas y también darte un respiro.
- Busca actividades que puedas compartir con otras personas: hobbies o incluso algún voluntariado.
- Ocupa tu tiempo, mantente entretenido con actividades que te motiven y sean de tu interés.
- Utiliza las redes sociales-sin abusar- para conectar con otras personas.
- Pide ayuda si no puedes hacerlo sola o solo.
El aislamiento social puede ser combatido con cada vez más crecientes iniciativas públicas y privadas, y el impacto emocional puede ser trabajado también en terapia y grupos de apoyo.
El Ayuntamiento de Madrid tiene iniciativas para prevenir y paliar la soledad no deseada cuyo enlace tenéis aquí.
Natalia Gordillo
Psicóloga MentalMadrid